Mi padre y la mar

Tener un padre, es una experiencia diferente para todos, creo, he sabido de algunos que son de los mas honestos y cabales, otros en cambio, según he escuchado, la antítesis radical de lo anterior. Solo me queda hablar desde mi experiencia de ser hijo y de tener un Padre. Experiencia que espero se prolongue por muchos años, en muchas sonrisas y en calidad de las mismas.

Mi padre es ya un hombre de sesenta años, curtido por el trabajo desde su niñez, el cansancio de su oficio de panadero ya se refleja en su andar, su rostro de tez blanca teñido de rojo por el calor del horno del que todos los días sale un delicioso olor a pan, sustento de un hogar, delicia de una comunidad y bendición para el estomago de tantos que pagando por él o recibiéndolo regalado por “Don Julián” sacian su hambre.

Es un bonito oficio el que mi padre nos enseño a mis hermanos y a mi, aun que haya tomado otro camino en mi quehacer profesional es un tesoro haberlo aprendido. Él lo aprendió de pequeño, mi abuelo partía a los celestiales lares dejando huérfanos a 5 hermanos, y la responsabilidad de toda una familia recayó sobre los hombros de un pequeño niño de ocho años, que aprendió a temprana edad lo que era el valor del trabajo, y de la familia; enseño lo que aprendió y estaré agradecido siempre al cielo por su persona, enseñanza y sencilla grandeza.

Es curioso que a pesar de su temprana independencia, poco se le podría criticar, su ejemplo de honestidad y honradez no daba sino solo cosas buenas que hablar, de temperamento tranquilo y de trato amable, sus negocios eran no solo prósperos, también apreciados por los clientes. Y ya con un sustento mas que bueno, se dispuso a formar una familia, con una persona igual de sencilla que el, una dama de grandes virtudes que años después me diera la vida y que han sabido ser un matrimonio ejemplar y unos grandes padres.

Uno de los pocos pasatiempos que mi padre en verdad aprecia es la pesca, gusto que herede, gusto que pocas veces podemos darnos: él, su negocio que no conoce horarios de descanso, yo, la estancia en una ciudad distante, el trabajo y los estudios, nos vemos alejados de un deporte que es de los pocos que otorga la tranquilidad de las olas y la sal, donde el mar pasea las preocupaciones y lava las tensiones, para cansar y con suerte matar los malos ratos. Pero estas son vacaciones, y si no es ahora ¿cuando?, tres días planeando el viaje: comprando lo necesario, alistando el bote, aceitando los carretes de un par de cañas, comprando anzuelos y preparando la comida; me siento de nuevo un niño, no puedo dormir de la emoción, él si duerme, pues si no madruga ¿quien me despierta?.

No se si tendremos buena pesca, no se si habrá un buen tiempo, mucho sol, mucho viento, muchas nubes, muchos peces; pero se que estaré con mi padre en un bote, en el mar, compartiendo un buen día, y eso no tiene precio, pues el valor de un buen padre no se mide en oro sino en buenos momentos, en alegrías vividas y horas compartidas.

Imagen

Desahogo

Las letras son luz que dibujan en la sombras el rostro de la esperanza.

Las letras son luz que dibujan en la sombras el rostro de la esperanza.

Cada quien cargando con sus propias manías, vicios, y crisis existenciales; cada quien con sus ilusiones y anhelos mas profundos, y su resignación mas frustrada, cada quien viviendo a como puede mas que a como quiere, cada quien muriendo a cómo se representa el devenir de los instantes y se barajea por el azar el contexto que nos haces ser, quizá no como quisiéramos, quizá no como debiéramos, pero ser al fin.
Como dar solución a lo insolucionable o discutir lo indiscutible, algunos se enfrentan aun que sepan que nada sacaran, algunos huyen sabiendo que nada sacaran, algunos ambas sabiendo que nada sacaran. Hay cosas que empeoran con el paso de los años y la dependencia al pesado pasado como ocio tormentoso, va haciendo áspero cada coloquio, cada momento en que se quisiera ser feliz y compartir cariño, se vuelve en batalla campal de orgullos y subjetividades viciadas en cavilaciones desveladas.
Y ahí en el tintero se queda aquello inexpresable con palabras, sentimientos tan confusos y quiméricos que son tan poco comunicables, pero no por eso menos dolorosos, dura esta realidad humana, dura la batalla por conseguir una vida propia, duro querer ser duro ante lo que nos quiebra, duro lo quebradizo de un alma en pena, en profundo pensamiento vicioso y ya cansado de no poder pasar pagina, pues la siguiente es la misma cantaleta cotidiana.
La esperanza muere al ultimo, pero esta es solo un paliativo, un analgésico expectante a aquello que hoy nos reclama un futuro glorioso, y nos hace vernos con mas manos vacías de logros, y llenitas de nada. ” El ir lamentando las tormentas sentimentales internas se queda para la tertulia con la soledad, ante todos: cuida bien quedar bien, no digas lo que pienses, no defiendas tus ideales pues puedes herir susceptibilidades”, pero vaya mierda!, si no lo grito exploto, si no lo escribo me envenenó con la miseria de lo que se me presenta como posibilidad de gloria, velada por un intrigante mañana que de seguro no tiene ni el primer segundo.
Si tan solo hubiese un manual de crisis existenciales y soluciones a esas tormentosas situaciones de ” drama personal” pero no lo hay.

Un sano egoísmo

Despedirse es difícil, y hacerlo por egoísmo lo hace mas difícil, fatal cuando hay una conciencia de tal egoísmo, pero, ¿podría alguien culparme de no quedarme a ver una película que no me gusta aun que este con amigos muy queridos?, ¿podría alguien culparme de no sonreír y marcharme ante lo que me causa dolor? o, ¿soy culpable acaso de no querer estar atado a ilusiones que solo permanecen en la esfera del deseo fantasioso?
Cuando se vuelve enfermiza una situación, creo que es justo alejarse de ella, cuando esta llega a absorber todo tu tiempo y tu concentración en cavilaciones que se quedan como hermosas quimeras tejidas en la imaginación pero en el terreno de lo inexistente, por salud mental uno marcha, y vuelve a la esfera del anonimato, de la soledad, de donde realmente nunca salio, sino a dar un paseo.
Cuando amas aquello de lo que te despides, no se ustedes, pero la sinceridad tiene que hacer acto de presencia para no dejar malentendidos. Cuando me lo proponía, venia a mi cabeza: ¿acaso exponer mis razones no era un grito desesperado que clamaba lastima?, ¿un ultimo estirón de la esperanza humana por conseguir aquello tan hermoso y tan excelso que deseaba?, tarde tiempo en convencerme de que no era así, y me dolió sincerarme, fue una introspección a mis miserias y logros mas profundos, con esa confesión de despedida, me exponía no solo al destinatario sino a mi mismo en mi fragilidad menos evidente, en mi necesidad frustrada, en mi ansiedad constante.
Pero a pesar de que me duela, creo que fue lo mejor, no siento ahora esa opresión en el pecho que desde hace años sentía, claro que no por eso no afecta ver ciertas cosas, mi naturaleza melancólica y hasta susceptible me lo impide, pero al menos puedo dormir, al menos puedo devolver una sonrisa a los desconocidos sin sentirme oprimido por aquello que en mi alma me detenía y ocupaba mis pensamientos, tiempo y desvelos.
Miro el futuro sin expectativas en cuanto a esta cuestión de la que me despido, sin cerrarme, pero sin esperar nada, creo que estar expectante me estaba enfermando, tengo un presente y en tal presente no hay lugar para lamentos, ni autolastimas, ni utopías platónicas, solo un rostro ante el espejo que refleja unas ojeras marcadas, una boleta de calificaciones con algunas notas bajas y la profecía de que la muerte se avecina y nos queda poco tiempo para alcanzar los sueños y ser felices, tenemos segundos contados, unos mas unos menos, pero al fin de cuentas este tiempo es valioso por que se acabara, y la muerte torna hermosa esta vida, que espera por ser vivida y no solo imaginada y fantaseada.
Si he de morir que al menos mi historia grite que fui feliz o que morí en el intento.